sábado, mayo 23

.2.

Las moscas me despiertan. Siempre he odiado que ronden mi espacio a la redonda. Su zumbido y terquedad me son tan molestos. Repugnantes. Sacudo la playera que esta en la silla del escritorio y me la pongo. Noto que está al revés, pero qué más da, no tengo humor para nada.
Me siento en la cama a decidir qué haré. El reloj marca las tres de la tarde y mis reglas sociales no me permiten estar a esta hora sin quéhacer.
Salgo de la casa para ir a comprar algo de comer. No sé, un atún y galletas o algo que llevarme a la boca de desayuno. ¿Ó será comida? Vuelvo de la tienda y en el camino saludo al señor Wilkins, no hace más que estar en su cochera sentado en su silla; de paso me topo con Pedro, el amigo de mi hermano; y mi gran sorpresa tan esperada, la mujer que me tiene loco desde segundo de prepa, Marbella. Yo le digo Marbella de cariño, pero ella prefiere que la llamen simplemente Mar. Así es ella, me encanta.
Antes de decidirme a levantarme y hacer lo que pensé, me tumbo en la cama y cierro los ojos. No tengo ánimos para salir de aquí.

Las malditas moscas me vuelven a despertar. ¡Cómo las odio en verdad! Pero esta vez batallo para espantarlas, son 5 ó 6 ó más, y entre más se juntan, más se entercan.
Tengo hambre, así que salgo a la tienda para comprar algo de comer. Son las tres de la tarde, creo que hay buena razón para estar hambriento. Al pasar frente a la casa del señor Wilkins noto su ausencia, en realidad es algo muy extraño. En fin, pienso, algún asunto ha tenido que atender. Doy vuelta en la esquina de la tienda y me llevo un tremendo susto al ver a lo que de primera vista me pareció un viajero espacial, por la vestimenta que porta. Pero no, no es un viajero espacial. Sólo es un voluntario de la brigada especial de salubridad quesque por el nuevo virus que desató la epidemia, un tal NA1H y un chingonal de números más. - ¡Carajo, en verdad me espantaste! - le digo a la persona. De la tienda sale don Alfonso, don Ponchito le digo yo, y me dice que coopere con el señor, que es para protegernos. Don Ponchito porta un artefacto que le rodea la boca y la nariz, se ve realmente incómodo, algo de locos. Aún no aterrizo bien mi cabeza y el señor de la brigada me intenta colocar uno de esas cosas raras. Corro de vuelta a mi casa y al pasar por la casa del señor Wilkins lo veo sentado como de costumbre… ¡con un cubrebocas espantoso! Empiezo a sudar, más que por la carrera, es por mi espanto. Ahora Andrés trae uno, Pedro también, hasta Carmelita y su recién nacido. Pienso en mi amada Marbella y espero que no sea tarde para salvarla de esa plaga de bocas de concha blanca.
Toco la puerta de su casa, nadie atiende. Vuelvo a tocar cada vez más fuerte con la misma fortuna. En verdad me preocupa ella. Me dejo caer al suelo frente a su puerta y al mirar al final de la cuadra. Viene con sus padres. Los tres usan tapabocas. Creo que perdí la esperanza de poder besarla algún día. Me desmayo.

Me despierto. Siento que he dormido infinidad de horas. Me siento tan pesado, sin ánimos, hasta cierto punto malhumorado. Vaya pesadilla que tuve. En realidad espero que sí haya sido un mal sueño y ya, que todo sea normal.
Alguien toca a mi puerta. Entra Marbella, como cada mañana y con su presencia me llena de vida y felicidad. Pero esta vez no es así. Marbella trae puesto un cubrebocas. Por qué tiene que seguir esta pesadilla, pienso.
- ¿Cómo amaneció mi paciente favorito? – por un momento todo se vuelve tan confuso. No entiendo qué sucede. Luego de unos instantes todo se aclara, en este hospital los doctores y enfermeras suelen usar cubrebocas. Lo había olvidado por completo.
- ¡Bien! – sonrío.

jueves, abril 16

.uno.

Hace ya tanto tiempo que dejamos de ser amigos. Cosa rara, serlo fue lo primero que me pediste. Cosa lógica, es lo último que desearía.
Caminé lo suficiente contigo. Reí. Canté. Te besé. Brinqué. Éstas últimas cuatro no tanto, pero no hicieron falta para saber que no eras lo que yo quería.
Yo no soy el tipo tonto y lloricón que va a armarte una escena de celos, a reclamarte porque le viste las nalgas a otro. Ni mucho menos que te va a rogar porque lo perdones después de que inviertas la culpabilidad en esa discusión.
Yo no soy el imbécil que sólo te dice "bonito", "caro", "aburrido". Y si mi forma de pensar te va a parecer tediosa, porque tengo una apreciación con una mayor valoración y sentido crítico de las cosas, creo que puedes ir escogiendo; analfabetas iletrados hasta los pisas al caminar.

No tuve la necesidad de determe a pensar en cuáles labores haría el primer día sin ti. Cosa rara, antes quemaba la cabeza por complacerte. Cosa lógica, esa quemazón esfumó mis recuerdos sobre ti.
Decidí darle un verdadero significado a mi vida. En el cual no había cabida para cuestiones que hicieran malgastar mi espíritu.
No tengo ni la más remota intención de quedarme a ver tu espectáculo. Perspicaz, magnánimo y con excelentes actuaciones, me han dicho los que saben. Los que lo han visto. Pero tengo ocupaciones que atender. Tú sabes cómo soy.

Yo también sé cómo eres tú.

domingo, abril 12

Decido no comprarlo (Fragmento)

Por Ildebranda López Landeros

Decidí no probar otros sabores, y no porque no me guste experimentar, simplemente de lo que veo, nada es tan apetitoso como el sabor que ya conozco. Opto por no pedir el hombre del celular; ni el de la pantalla protectora; ni el calendario que se esconde en el fondo el cajón, no asisto a ver al stripper que se desviste pensando en otros aunque sean ellas las que paguen. Ni me interesa el hombre ajeno que no conoce mis puntos, ni pausas ni mis ritmos.

Permanezco con el hombre que ya no tiene su melena de Tarzán, ni el torso del David, que con sus nuevas formas abarca mejor las redoneces que los años me han dotado. Prefiero sus ronquidos leves en mi oído derretidos en arrullos, que las serenatas de hombre nuevo.

Escojo la convicción construida con ladrillos de amor, compañerismo y los tantos roles que han amalgamado la mezcla. Elijo la quietud de sus besos, sus manos tibias y suaves que se deslizan como trenes en mis rieles. Me llena ver los rayos de la luna entre las cortinas, abrazada en su cuerpo que ir en el subibaja de las pasiones en el elevador o la adrenalina de la cacería con hondas de medias y negligé.

Te elijo a ti, no sólo porque te ame o te conozca, si no porque me veo en tus ojos con mayor claridad que en un espejo, te sigo reconociendo, me he encontrado más veces de las que recuerdo, porque eres tan real que no puedo negar que existes, porque no te tengo que inventar ni trasponer en ninguna cara ni bajo ninguna circunstancia; porque no me tengo que esconder para ser una contigo, porque eres mi lugar seguro ese al que siempre llego, a veces no sé cómo pero encuentro justo lo que deseo o necesito.

jueves, abril 9

Bienvenidos

Este es un espacio para compartir aquellas cosas que no te has creído, que las has rechazado o que no las has dado por ciertas. Pueden ser ideas, argumentos, campañas o lo que creas que vale la pena para la reflexión.
Saludos
Ildebranda